martes, 18 de agosto de 2009

Las dimensiones de una buena enseñanza (Módulo EATIC)

Quisiera empezar con una reflexión del texto de Dino Salinas, con la cual estoy totalmente de acuerdo: “(…) nos encontraremos frente a una buena enseñanza en la medida en que tras ella haya buenos profesores y profesoras, no sólo objetivos, contenidos, métodos y criterios de evaluación bien formulados y ordenados.” (SALINAS, 1994)

Aunque el esfuerzo de establecer estándares mínimos de cualidad para la enseñanza obligue a los administradores responsables por la definición de políticas educacionales establecer en el currículo los parámetros para la orientación y verificación de dichos estándares, el rol del profesor sigue siendo fundamental. Las técnicas, guías, modelos son necesarias y muy importantes para el buen desempeño docente, pero la instancia íntima del docente como individuo participante activo en todos los procesos de enseñanza-aprendizaje no puede ser descartada. Tampoco la de los alumnos puede ser. El aula es un espacio de participación activa, muy dinámico y constante generador de estímulos, y por eso son todos susceptibles a estados emocionales diversos, como frustración, miedo, inseguridad, etc. El éxito en el enfrentamiento de estas realidades íntimas también define la calidad de la enseñanza.
Basado en este razonamiento, agregaría una alternativa más a las propuestas por Gvirtz y Palamidessi (Gvirtz & Palamidessi, 1998) para describir una buena enseñanza: aquella que permite y estimula, además de los logros en la formación personal, cultural, científica y social de los estudiantes, la constante mejora de los profesores en sus niveles de bienestar, motivación y capacidad profesional. Obviamente no busco con eso una conclusión o una respuesta terminante, sino agregar un condimento más al debate planteado por los autores. Son muchas las dimensiones de una buena enseñanza, e igualmente variadas son las respuestas válidas.

En este sentido, el texto de Gvirtz y Palamidessi es una invitación a la reflexión sobre la actividad docente. Si bien enfoca la tarea de planificación de la enseñanza, cada acción debe ser analizada según su adecuación al contexto y su coherencia -presunta y efectiva- con los objetivos a que fueron propuestas. O sea, el hecho mismo de programar la actividad docente implica pensar en la propia actuación docente.

La calidad de la planificación es una de las dimensiones de una buena enseñanza. Durante el proceso de planificación, el docente debe considerar 3 fuerzas condicionantes: el contexto social e histórico de la situación de enseñanza en que está inserto, el carácter complejo y en cierta medida impredecible de la situación de enseñanza, y los distintos niveles de decisión y de diseño del sistema educativo. Asimismo, la planificación debe ser científica/reflexiva, práctica y pública (Gvirtz & Palamidessi, 1998). Además de las variables del entorno educativo, Gvirtz y Palamidessi proponen 8 variables relacionadas directamente con la planificación, y que pueden ser tomadas a modo de guía: las metas, objetivos y expectativas de logro; la selección de contenidos; la organización y secuenciación; las tareas y actividades; las selección de materiales y recursos; la participación de los alumnos; la organización del escenario; y la evaluación de los aprendizajes.

Cada una de las variables citadas anteriormente conlleva sus propias reflexiones e interrogantes. Sin embargo, hay un aspecto de la evaluación que fue apenas mencionado en las reflexiones sobre las tareas y actividades (pág. 198), y que merece atención particular: la evaluación del conocimiento previo de los alumnos. Muchos proyectos fallan por presumir determinadas condiciones que no se verifican en la práctica, y me parece muy importante establecer una instancia de evaluación previa que permita diseñar estrategias capaces de potenciar el aprendizaje por parte de los estudiantes. Gardner propone la evaluación como un rasgo fundamental del sistema educativo (pág. 48). Si bien parta de presupuestos distintos y esté orientado a la evaluación de las inteligencias (y consecuentemente de los modos de aprendizaje de cada individuo), él sostiene que la intervención pedagógica puede ser optimizada si se estimulan adecuadamente distintos módulos de inteligencia, favoreciendo así el aprendizaje (GARDNER, 2008).

En lo que se refiere a la selección de materiales y recursos, las reflexiones de Gvirtz y Palamidessi complementan, desde una instancia filosófica, el texto de Begoña Gros sobre la selección de medios (informáticos), y coinciden en que “no se puede separar continente y contenido” (Gvirtz & Palamidessi, 1998; pág. 200). El diseño mismo de software educativo “debe estar precedido por una forma de entender el proceso de enseñanza-aprendizaje”. Por eso la selección de los recursos tecnológicos deben considerar todos los aspectos implícitos en cada herramienta (diseño gráfico, contenido, formas de acceso y de interacción, etc.) (GROS SALVAT, 2000).

Para finalizar, una bueña enseñanza es también aquella que permite a los estudiantes generar un sentido personal de autoconfianza y autonomía. La “imagen” que proponen Gvirtz y Palamidessi de la enseñanza como “una acción de ‘andamiaje’ y ‘retirada’” (pág. 187) me parece muy acertada. La buena enseñanza no puede generar dependencia, ya que toda intervención pedagógica es finita. Está claro que el éxito no está solamente en los resultados objetivos, sino también en el proceso y los aprendizajes subjetivos que son posibles por el hecho de formar parte en el proceso.



GARDNER, H. (2008). Inteligencias múltiples: la teoría en la práctica (1 ed.). (M. T. Nogués, Trad.) Buenos Aires: Paidós.

GROS SALVAT, B. (2000). Los productos informáticos: ¡tantos y tan variados! In: B. GROS SALVAT, El ordenador invisible. Barcelona: Gedisa.

GVIRTZ, S., & PALAMIDESSI, M. (1998). La planificación de la enseñanza. In: S. (. Pironio, El ABC de la tarea docente: currículo y enseñanza (pp. 175 - 206). Buenos Aires: Aique Grupo Editor.

SALINAS, D. (1994). La planificación de la enseñanza: ¿técnica, sentido común o saber profesional? En J. F. Angulo, & N. Blanco, Teoría y desarrollo del Currículo (págs. 135 - 160). Málaga: Aljibe.

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